Una gran cineasta polaca

Agnieszka Holland es polaca y se formó a la sombra del gran Andreiz Wajda. Hizo cine y teatro en su país, pero su nombre no rompió fronteras hasta que hace dos años realizó en Alemania Europa Europa. Su nueva obra, Olivier Olivier, es de producción francesa y en ella la distinción del estilo de esta singular cineasta estalla, sobre todo a causa de su gran capacidad para dirigir actores.La actriz Brigitte Roüan borda un personaje perfecto y su trabajo es estremecedor por su verdad.Es una película amarga y muy emotiva. Tiene mucho de intriga policiaca dura, pero esto no es un obstáculo para que Agnieszka Holland envuelva el enmarañado miste rio que cuenta en un delicado tono elegiaco. El resultado es tenso de un dramatismo conmovedor, lo que en las manos de esta superdotada cineasta no es incompatible con brotes de humor, que proporcionan zonas de alivio en la tragedia de la vida real que cuenta: un suceso verídico que, como el de Europa Europa, supera cualquier inventiva. Es la incomparable ficción que lleva siempre dentro la verdad.De ahí probablemente procede la única arruga visible en una obra que, por otro lado, parece dibujada con tiralíneas: el guión se queda un poco por debajo de la formidable historia que desarrolla y, mientras el espectador va devanando poco a poco el apasionante misterio del relato, interiormente pide que éste llegue un poco más allá de donde llega.

Hay incrustadas en el guión algunas falsas pistas, destinadas a desorientar al espectador y distraerle con dilaciones algo marrulleras del meollo del asunto. Pero es este meollo lo único que importa, pues en él está el pulso, la inteligencia y la hondura de esta incomparable cineasta polaca, que es un regalo impagable para el futuro cine europeo.