Colores mutantes
Una cosa es la buena pintura y otra es la invención del arte. Francis Bacon es un retroceso porque supuso la vuelta a la pintura; su obra representa la nostalgia de la pintura, algo que retrasó el que los artistas cinéticos fueran reconocidos". Pese a ser uno de los grandes renovadores del lenguaje de las artes plásticas en el siglo XX a través de la experimentación radical con el color, Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1923), responsable de la frase anterior, nunca había dispuesto de una exposición monográfica en España. La deuda ha quedado al fin saldada a través de la muestra -Carlos Cruz-Diez: el color sucede- que el Museo de Arte Español Contemporáneo, perteneciente a la Fundación Juan March, le dedica en su sede de Palma de Mallorca. El Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca tomará después el relevo (del 17 de julio al 15 de noviembre).
"No hay colores feos ni bellos, todos son colores. El color es afectivo, lujurioso, lúdico y situacional"
Con sus 85 años a cuestas, y una vivacidad a todas luces sorprendente, el artista venezolano estuvo a finales de febrero en la inauguración de la muestra, desplegando todo su carisma. "Yo empecé en el realismo socialista", rememora. "Creía que el artista tenía que ser un cronista de su tiempo, delatar la injusticia, pintar la pobreza, pero ¡oh desilusión!, sucedía que esas obras las compraban precisamente quienes provocaban la injusticia, así que empecé a investigar otras formas de hacer que el ser humano estuviera presente en el arte, que pudiera participar en la invención del arte, con el objetivo de elevar su espíritu". Le costó mucho desprenderse de esa etapa de adscripción al arte político y realista, pero desde muy temprano supo que la investigación sobre el color era el nuevo camino que le debía llevar hacia aquellas metas humanistas. "Después de un tiempo de angustia, en 1959 se puede decir que ya tuve estructurado el concepto plástico que llega hasta hoy". Un concepto que se resume en el color como un hecho biológico, una suerte de ente vivo, tridimensional, nunca estático ni vicario de las formas, que se modifica en función del movimiento de quien se aproxima a la obra. Y que, a su vez, provoca modificaciones, sobre todo afectivas, en quien ya no es espectador pasivo sino partícipe de la obra y en cierto modo coautor de la misma. "No hay colores feos ni bellos, todos son colores. El color es afectivo, lujurioso, lúdico y situacional", se explaya.
"Estudié mucho a Rothko, a Delaunay, a todos los que profundizaron en el estudio del color, y admiraba su obra, pero ellos siempre trabajaban sobre el plano y a mí lo que me interesaba era sacar al color de ahí y llevarlo al espacio, a las tres dimensiones". Y así fue. Si uno se adentra en su actual exposición se convierte en un copartícipe de lo que allí acontece. Dividida en siete series, correspondientes a otros tantos conceptos sobre el cromatismo como fuente de experimentación plástica acuñados por Cruz-Diez, la muestra cuenta como elemento central con unas cámaras del color a las que se accede atravesando unas láminas a modo de cortinaje. Allí el visitante recibe un baño cromático ambiental, tenue sin perder intensidad, nada agresivo, toda una prueba empírica de la fisicidad del color mediante lo que el artista llama la "cromosaturación".
El contraste, o la complementariedad, con estas habitaciones del color lo ponen las piezas pertenecientes a la serie Fisiocromía. Como explica el artista, "en ellas, entre las finas láminas que las componen suceden infinidad de pequeñas cosas, muy sutiles". Por ello reclama del visitante, que no mero espectador, un ojo atento y participativo, que le permita captar todo ese tejido de sutilezas -variaciones cromáticas- creadas mediante entramados lumínicos y de color cambiantes. "Alveolos en los que se producen cantidad de cosas interesantísimas", sintetiza.
"Vivimos en un mundo hipersaturado, hiperbarroco, en el que todo está coloreado, en el que no hay vacío ni silencio, y en el que lo más sutil se nos escapa; una sociedad de ciegos auditivos y sordos visuales", se lanza con convencimiento. "De ahí que lo más sutil se nos escape, no lo vemos", añade antes de asegurar que en una sociedad así "hoy en día hay que hacer un esfuerzo muy grande para ver lo que mis obras contienen". Un ejercicio de la retina y del cuerpo que, en efecto, exige parsimonia, proximidad y empatía hacia las piezas, en este caso una treintena correspondientes a medio siglo de creatividad que componen la muestra monográfica. Además, no faltan testimonios de su primera época como diseñador e ilustrador gráfico. Un montaje que ha dejado muy satisfecho a Cruz-Diez ("muy bien pensado", se congratula). Con la exposición también se ha reeditado la segunda edición en castellano, revisada y ampliada, y la primera edición inglesa de Reflexión sobre el color, libro de Cruz-Diez publicado por primera vez en Caracas en 1989.
"Mi generación no entendió la obra que yo hacía, pero desde hace unos diez años las nuevas generaciones la han recuperado, la han entendido y le han dado sentido a mi trabajo", señala satisfecho. "Nadie se había planteado el color como una situación, como un acontecimiento, como algo cambiante, el color haciéndose. Yo quería cambiar la noción de siglos que existía sobre él, como algo pintado sobre una superficie, para dar lugar a una idea del color como algo ambiguo, mutante, que reflejase lo que somos los seres humanos, con nuestras dudas, nuestras ambigüedades y nuestras mutaciones".
Su aventura ha desbordado los límites del arte cinético y del op art tal y como los entendieron Vasarely y sus epígonos. Y como suele ocurrir en la epopeya de cualquier innovador ha tenido que hacer ese camino en buena medida en solitario. Una soledad creativa que no impide que de repente broten rescoldos muy vivos del artista romántico que en el fondo es Cruz-Diez: "El arte tiene que estar en la calle, en las fábricas, pues es parte de la vida, no colgando de una pared". Y si no puede ser siempre así, al menos que el visitante sea también parte del proceso creativo: "Cuando usted se detiene, la obra de arte muere".
Caracas, 1989. Edición, corregida y aumentada.
Reflection on Color.
Fundación Juan March, 2009. www.cruz-diez.com/espanol/
Carlos Cruz-Diez: el color sucede. Museo de Arte Español Contemporáneo (Fundación Juan March). Sant Miquel, 11. Palma de Mallorca. Hasta el 27 de junio. Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. Del 17 de julio al 15 de noviembre. www.march.es. Reflexión sobre el color Carlos Cruz-Diez
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.