Merienda con diamantes
El desfile de Chanel en Cannes confirma el retorno del 'glamour'
No está claro si alguien necesitaba confirmar que la pompa ha vuelto a la industria del lujo. Un sector que ha vivido en 2010 un año de prosperidad y da por aparcada la crisis. Por si acaso, Chanel organizó el lunes una demostración en Cannes para presentar su colección de crucero 2011-2012. Una vez al año, la casa francesa convoca a la prensa internacional en alguna parte del mundo (con gastos pagados) para exhibir una línea que evoca viajes, reales o imaginarios. Miami, Venecia o Saint Tropez estuvieron entre los destinos previos. El Hôtel du Cap-Eden Roc en Antibes -acaso el más caro de la Costa Azul- ha tardado en caer, pero parece una opción imbatible.
Las colecciones de crucero o resort nacieron para proporcionar ropa de verano a quienes pasaban el invierno en latitudes cálidas. La progresiva fragmentación de las temporadas en las que se estructura la moda ha transformado un negocio puntual en altamente lucrativo. Esta línea es una de las que más tiempo pasa en las tiendas y, por lo tanto, de las más rentables. Su importancia comercial y su valor simbólico podrían explicar por qué Chanel la ha elegido para ofrecer su cara más rumbosa: 90 piezas de alta joyería acompañaron la colección.
La colección de crucero se mostró acompañada por 90 piezas de alta joyería
Según Karl Lagerfeld, el atardecer es la mejor hora para distinguir los diamantes falsos de los auténticos. Eligió esa iluminación oblicua para que sus 200 invitados contemplaran a modelos de varias épocas -entre ellas, Stella Tennant o Kirsten McMenamy- recorrer los jardines del hotel con un vestuario completo para una vida disoluta. Bañadores, sí; pero también vestidos de noche inspirados por Rita Hayworth.
En su último desfile en París, la marca emprendió una dirección más tosca. El lunes se reencontró con su versión más ostentosa y femenina. Lagerfeld acumuló direcciones: del tweed amarillo hasta el uso clásico de blanco y negro, pasando por bordados mosaico. A pesar de su riqueza, los trajes se trataban de forma irrespetuosa: se combinaban con moños deshechos y con un calzado híbrido y difícil de digerir, bautizado como botas-chancleta. La rebeldía se notó también en la colocación de las arrogantes alhajas en partes inusuales del cuerpo.
"Hay que demostrar fortaleza con la ropa y la puesta en escena", defiende Bruno Pavlovsky, presidente de las actividades de moda de Chanel. Premisa que cumplía el desfile y los festejos que le sucedieron. En una pantalla recortada sobre el Mediterráneo, se proyectó un cortometraje realizado por Lagerfeld. Una inconexa narración en la que tres decadentes millonarias -Anna Mouglalis, Kirsten McMenamy y Amanda Harlech- ven como un hada cambia su suerte. Fabulosamente ataviadas, por supuesto. "Es un manifiesto a favor de la recuperación de la elegancia", afirmaba Lagerfeld mientras la luz del atardecer bañaba el adorno de su corbata. Sus diamantes parecían reales. Todo lo demás, una fantasía.
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