Palabras
Ya conocemos la última palabra que se pronunció en la cabina del avión de Spanair que se estrelló en agosto de 2008 en Barajas. "Mierda". No sé si alguien esperaba que las audiciones filtradas de la caja negra trajeran sorpresas. Ni siquiera sé si anima demasiado escuchar la rutina de las operaciones anteriores al despegue fallido, con ese lenguaje cotidiano y plano, lejos de los grandes diálogos. Esos comentarios con sus "joder", sus "parches", sus cambios de "relé". Sí, sé que necesitamos saberlo todo, encontrar el consuelo en la información. Que no nos conformamos ya con las versiones oficiales, que necesitamos las imágenes, los sonidos, los detalles. Lo necesitamos todo para comprender la nada. Al final, desengañémonos, cuando nos enfrentamos de cara al destino común, lo único que nos da tiempo a decir es "mierda".
Pronto va a rodarse una miniserie sobre la catástrofe que provocó la muerte de 154 personas. Supongo que los responsables estarán hilando fino para no herir la sensibilidad de los familiares ni entrar a pisotones en un sumario que aún acumula pruebas para dictaminar responsabilidades. Tampoco sé si saldrá un comandante gritando "mierda", o si por el contrario representarán la trascendencia de un modo más sofisticado. A mí "mierda" me vale. Entiendo perfectamente todos los matices de la palabra, su grandeza, su impotencia, su metafísica. Nunca se nos acabarán los sucesos que llevar a la pequeña pantalla, como no se acaba el calendario. Siempre habrá un asesinato, un desastre natural, un error humano, cualquier esmerada demostración de lo poco importantes que somos. Gusta en las cadenas este género y lo promueven. Gusta muchísimo más que encontrar otro camino de elaborada sofisticación para recordarnos quiénes somos. El suceso es la expresión más baja del destino humano, la representación más chabacana de nuestra peripecia vital, la ficción más barata para dramatizar nuestra existencia. Entre el suceso puntual y El rey Lear se alza la nobleza de la manipulación narrativa, el grandioso mérito de la metáfora universal. Es escuchar "mierda" y transcribir "nací juguete de la suerte".
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