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Columna
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LO BRUTAL

David Trueba

La dimisión del presidente valenciano Francisco Camps tuvo lugar en medio de un enorme fracaso televisivo. Según las primeras informaciones, sus propios asesores evitaron que pudiera retransmitirse la comparecencia en directo. Es una pérdida irreparable para la potencia televisiva nacional y habrá que investigar lo sucedido, pues es grave. Verlo en diferido, media hora después, quitaba dramatismo a un discurso medido que Camps enunció con contundencia, envuelto en azules, mirada en abanico y claridad absoluta de conceptos. Sus conceptos, claro: inocencia e indignidad de quienes le persiguen. Era un discurso tan trabajado que el ya expresidente autonómico mimó el gesto de escribir al resaltar alguna frase. Como, por ejemplo, cuando repitió un retórico "no se lo merecen", tras asegurar que se iba sin rencor, sin negatividad y sin dolor.

El razonamiento exculpatorio de Camps pasaba por incidir en lo absurdo de un caso de presuntos regalos a cambio de contratas para organizar actos, actos que después inflaban su presupuesto incluso en una visita papal, espectáculo que merecería una pureza mayor que cualquier otro imaginable. Camps utilizó una metáfora perfecta al afirmar que alguien había "cosido" esta barbarie. Coser es un verbo tan preciso en un caso donde se ha zarandeado a un sastre, que hay que reconocer en Camps un estilista, un orador notable y un estratega político de primer orden.

Esa barbarie o ese brutal sistema, como afirmó en varias ocasiones, no es otro que el sistema judicial. Puede ser brutal, desolador para quien lo padece, pero es lo más práctico que hemos encontrado para regirnos. La retórica del sacrificio por Valencia, por el partido y por España situó la dimisión de Camps como el mejor discurso de precampaña para Rajoy. La comparecencia de su líder local será agradecida por el partido. Hubo raptos hiperbólicos, perdonables en un discurso así. Decir que Valencia es "el mejor lugar para nacer, crecer, vivir y hacer una familia" dejaba un poco en mal lugar al resto de comunidades. Quizá las demás pueden aspirar a ser un mejor sitio para dimitir, morir o salir de farra. Pero lo dudo; Valencia es un lugar perfecto para casi todo. Salvo para un directo televisivo, como hubiera merecido ocasión política tan notable.

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