Arte
Creo que hay que sentir respeto por las cosas que uno no comprende. A veces, lo incomprensible puede ser altamente sugestivo, como ciertas películas de David Lynch. O apabullante, como una pizarra llena de fórmulas matemáticas. O incomprensible a secas, como buena parte de la pintura contemporánea. En materia de pintura contemporánea me reconozco un zoquete. Será falta de sensibilidad. Me gustan Bacon, Freud y, en general, quienes pintan imágenes inteligibles. Incluso el Richter abstracto me gusta, porque trabaja de forma sistemática y cuando no es visualmente perceptible, resulta al menos deducible.
Prefiero el arte obvio, conciso, funcional, disciplinado. De ahí mi devoción por el arte industrial, que suele catalogarse, erróneamente, bajo la peligrosa etiqueta del "diseño". El arte industrial implica la cooperación de diversos creadores, especializados en distintas disciplinas, y abarca mucho. Desde el cine (arte industrial) y la televisión (arte industrial), a la fabricación de muebles.
La noticia de la muerte de Andrea Pininfarina apenas fue recogida ayer por los informativos. Y, sin embargo, Andrea Pininfarina perteneció a una familia de grandes artistas. El fundador, Pinin Farina (los sucesores decidieron unir el apodo y el apellido), expuso en el MoMa neoyorquino su célebre Cisitalia (1947), y desde entonces no dejó de crear maravillas.
A diferencia de otros artistas, los Pininfarina necesitaban mucho más que inspiración o talento comercial. Necesitaban un ingente trabajo técnico. Se dedicaban a las carrocerías de automóvil, lo que, además de chapa y pintura, requería ingenieros, físicos, químicos, dibujantes, escultores y un gran número de informáticos. Fueron, por ejemplo, los primeros en utilizar el túnel de viento para perfilar sus creaciones.
Los más hermosos modelos de Ferrari, Lancia, Alfa Romeo, Maserati, Fiat, Peugeot y Volvo salieron de sus talleres. La creatividad de los Pininfarina se extendió con los años a la construcción, el mobiliario, las herramientas o los objetos especiales, como la antorcha para los Juegos de Invierno de Turín. Pinin, Sergio y Andrea Pininfarina, fallecido ayer en accidente, vivieron sin haber firmado jamás algo superfluo o feo. Su trabajo fue importantísimo. Para mí, están a la altura de John Ford o Picasso. En lugar de añadir caos al mundo, trataron de hacerlo más bello y comprensible.
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