Ferrado, la medida imposible
La unidad gallega por antonomasia tiene 54 tallas diferentes dependiendo del municipio del que se trate. En Soutomaior mide 64 metros cuadrados y en Xove, 725
Un emigrante ha puesto a la venta a través de Internet una finca de ocho ferrados. Dice que le da igual cobrarla en metálico, 40.000 euros, que llegar a un acuerdo con el comprador para permutarla por una "casita con finca" en la provincia de Buenos Aires, "a ser posible en costa de mar". El hombre no especifica mucho más, quizás conoce la medida de la finca por boca de sus antepasados. Está "en la provincia de A Coruña", añade, pero eso no ayuda demasiado para hacerse una idea, porque, por ejemplo, en Ferrol el ferrado mide 509 metros cuadrados; en Fene, 548; en Arteixo, 444; en Cerceda, 639; en Muros, 335; en Negreira, 528; en Boiro, 484; y en Aranga, 436.
La teoría más extendida entre los profesores de ingeniería agrónoma que gustan de estas cosas de la idiosincrasia es la de que el ferrado mide distinto dependiendo de la fertilidad de la tierra. El ferrado o tega era, en realidad, un recipiente de madera, originalmente puede que con ángulos de hierro, que medía el grano con el que el campesino tributaba a sus señores. Cabían entre 12 y 20 kilos, dependiendo del tamaño del cajón (los más pequeños, mitad de un ferrado, se llamaban escás) y de si lo que contenía era trigo, centeno, maíz o algún tipo de legumbre. Ferrado o tega, por extensión, se empezó a llamar a la superficie de terreno capaz de producir el cereal que cabía en el contenedor. En una finca ubérrima, de escasa extensión de tierra, se obtendría una cosecha mayor, y entonces el área del ferrado sería más pequeña. Y aunque lo cierto es que dos leiras vecinas pueden ser de calidad muy dispar, poco a poco las medidas se fueron estandarizando dentro de los señoríos.
El copelo es el área que riega el agua hasta que los pinos proyectan su sombra
"No podemos afirmar nada. El gallego es una expresión de libertad"
Hoy, que la división es municipal, siguen perdurando diferencias entre las parroquias. Y entre los ayuntamientos muchas veces son abismales. Hay, en 315 municipios, 54 tallas diferentes de ferrado. A veces, se repite la misma cifra en lugares muy distantes (Sada o Guntín, 436 metros cuadrados; As Neves, Sarria, Castro de Rei o Catoira, 629) y hay términos limítrofes que no tienen nada que ver (Marín, 472; Pontevedra, 629; Soutomaior, 64).
Lo normal es que ronde entre los 400 y los 600 metros cuadrados, pero si en Soutomaior mide 64, en Redondela el ferrado está en 69; y en Fornelos de Montes y Pazos de Borbén, en 74. En la otra punta de la tabla, en Portomarín, mide 671; en Alfoz, Baleira, O Valadouro, Barreiros o Foz, 714; y en Xove y Cervo, 725. El ingeniero agrónomo Manuel Vázquez de la Cruz, experto en tratamientos fertilizantes, dice que estos datos de arriba desmontan la teoría de la fecundidad. "Porque precisamente la tierra de Fornelos de Montes es de las más pobres, con gran carencia de cinc, y la de A Mariña de Lugo, la mejor de toda Galicia". "Quizás lo que ocurría", sigue argumentando, "era que donde la tierra era más ruin los señores dominantes exigían cantidades menores de grano a sus labriegos".
Olimpio Liste, padre de los museos etnográficos de Oseira y Vigo, atribuye las insalvables distancias del ferrado al "individualismo" de los gallegos. "Respecto a este tema no podemos afirmar nada, pero ahí está el encanto: Galicia es sugestiva porque es variada y el gallego es una expresión de libertad". A finales del XIX, se impuso el sistema métrico decimal, pero en el rural se siguió y aún se sigue hablando de ferrados. O de copelos (20 o 21 metros cuadrados), en el caso de Celanova, A Bola y Arnoia. O Mintireiro Verdadeiro incluye todos los años una tabla muy abreviada de las "equivalencias del ferrado por concellos" y en Ribeira existe una inmobiliaria, O Ferrado, que le hace honor con su nombre, aunque para entenderse con sus clientes use el metro cuadrado.
El copelo, que se llegó a usar en casi todo Ourense, hace referencia al "derecho de agua". Equivale a la superficie que es capaz de regar el caudal de la levada en determinado tiempo, en pleno verano, desde el amanecer "hasta que el sol proyecta la primera sombra de los pinos", explica Liste. Del reparto del riego se encargaba el levadeiro, elegido democráticamente, que subía al monte a las dos de la mañana y acompañaba la bajada del agua hasta los cultivos abriendo y cerrando los tallos o compuertas.
Tras el descubrimiento de América, con el maíz y la patata también se empezó a hablar de besada. Era la superficie de agro que trabajaba en un día de sol el besadoiro, un arado muy grande tirado por 12 parejas de bueyes (300 caballos de fuerza). Cuando se concluyó que el besadoiro era más bien incómodo y no lograba las cosechas esperadas, también se dejó de medir en besadas.
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